Nuestro fin, para principio de novedades en el amor de Dios, es permanecer siempre con Cristo. Nuestra meta es ir indefectiblemente al amor de Cristo, “yugo” de una condición que no se podio en la limitada capacidad de los voluntarismos humanos, sino en la eterna voluntad salvadora de Dios. En ese sentido nos dirá Benedicto XVI en una de sus